lunes, 1 de abril de 2024

OLGA. INTRODUCCIÓN AL PERSONAJE


A Olga no le gustaba su trabajo. Había llegado a aquella cocina por casualidad. El trabajo de pinche era muy duro. Todo el día fregando platos y cacharros le destrozaba las manos. A pesar de todo, no se quejaba porque sabía lo que era pasar hambre y allí podía comer todo lo que le apeteciera. La responsable y cabeza de aquella cocina era la señora Marcel, la cocinera de la mansión de los duques Ivanoff. Esa mujer de rostro duro y llena de orgullo por su estatus cuidaba de sus empleados con un instinto maternal. Todos los días, al final de cada jornada revisaba las vajillas, los cubiertos y los cacharros y, en especial, estos últimos. Los escudriñaba al milímetro. Olga la observaba con gesto serio y, al mismo tiempo, tranquila porque sabía que no encontraría ningún resto por muy grande que fuese la olla o cacerola. Quizás, la actitud altiva de la muchacha fue lo que cautivó a la señora Marcel que pronto la relevó de fregona para hacerla ayudante en la despensa. A Olga, aquel cambio de estatus, le creó nuevos amigos y también enemigos. No tardó mucho en demostrar sus dotes de ahorro y control para rentabilizar la comida. La señora Marcel controlaba todos sus movimientos sin dejar de reparar en su actitud juiciosa, pero, en especial, quedó impresionada la rapidez con la que aprendía las recetas. Poco a poco Olga dejó de ser una ayudante para convertirse en una asesora en el menú, pues la señora Marcel le pide consejo y se deja influenciar por el buen gusto de la joven. Un día la duquesa hizo llamar a la cocinera. En la cocina hubo un revuelo. No era corriente que los de arriba, como así llamaban a los duques, se pusiesen en contacto con los de las profundidades de la mansión. La señora Marcel buscó su mejor cofia y el mejor mandil para presentarse ante la duquesa. Tardó varias horas en volver. Nadie decía nada, pero el nerviosismo se respiraba. Olga disimuló su inquietud recontando los saquitos de la alacena. Cuando por fin regresó la cocinera todos esperaban alguna queja de su trabajo, sin embargo, era todo lo contrario. La señora Marcel sacó una bolsa de monedas. Explicó que era la gratificación que la duquesa les había entregado por su buen trabajo. La repartió con todos de manera equitativa. Hubo aplausos y risas. Cuando todos se fueron, la cocinera llamó a parte a Olga.
-La señora duquesa se ha interesado por tu trabajo.
A Olga le extrañó que la señora supiese de su presencia en la cocina, pero la cocinera le explicó que, aunque estuviesen arriba, no dejaban de interesarse por lo que ocurría dentro de su mansión.
-Mañana, después del desayuno, subiremos.
Aquella noche, Olga no consiguió dormir. Le era imposible conciliar el sueño. Casi no pudo tomar el desayuno. Se arregló el mandil y subió detrás de la cocinera con paso firme. Aquel salón magníficamente amueblado tenía una enorme chimenea. La señora duquesa estaba sentada en un sillón y junto a ella había una chica que leía con gran interés un libro. Olga se colocó detrás de la cocinera como si ella fuese su escudo.
-¿Es ella? -preguntó la duquesa.
Y con un gesto le indicó que se acercase. Olga dio un paso hacia delante y dudó si debía levantar la mirada. La joven que estaba leyendo cerró el libro y la miró.
-La señora Marcel me ha contado que has sido tú la responsable del magnífico menú que nos servisteis la pasada noche. Quería darte las gracias personalmente. Nuestros invitados quedaron muy satisfechos y eso nos ha favorecido mucho.
Olga levantó la vista y sonrió a las palabras de la duquesa, pero cuando iba a hablar se fijó en el rostro de la joven que estaba sentada a su lado. En la garganta se le hizo un nudo y se quedó con la boca abierta y sin nada que decir. Cuando se recompuso de su boca salió un nombre: Natasha.


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