martes, 30 de octubre de 2012

SOBRE LA INTOLERANCIA



EL PODER DE LA PALABRA Y / O LA INTOLERANCIA
Muchas veces me pregunto si mis palabras van a algún sitio.
Me gusta hablar y opinar y disfruto de poder expresar mis opiniones en libertad. Siempre y en la medida de lo posible, intento no ofender a nadie cuando expreso mi opinión. Quizá mi actitud sea la de pecar de ingenua, o de optimista por naturaleza. Cuando alguien opina de cualquier tema y lo hace público, tiene que ser consciente de que puede ser rebatido por cualquiera de sus términos expuestos.  Bajo mi punto de vista, las críticas, en la medida de la corrección y la educación, siempre son constructivas y a veces se deben aceptar. Sin embargo cuando ese punto de discrepancia roza la grosería, el tono soez sube de tono y sólo se intenta molestar a quien ha emitido su opinión, todo cambia.
Me imagino que más de uno habéis participado en alguno de los foros abiertos que tan en moda se encuentran hoy en día. La opinión y comentarios pueden ser de todos los talantes pero quizá los que más destacan son aquellos que intentan descalificar al orador.
Hoy he recibido unos comentarios soeces sobre mi perfil en una de las más populares redes sociales. Me ha disgustado. Mi reacción inmediata ha sido la de no contestarle y bloquear al bravucón, pero así me ha quedado el regusto amargo de tener que actuar como censora sobre alguien al que le había dado la oportunidad de intercambiar impresiones sobre temas de toda índole.
Un buen amigo me ha comentado: “No te preocupes esto es igual que si invitas a alguien a tu casa a comer o cenar y resulta que tira la comida por el suelo, rompe tus muebles y te destroza la casa, la solución es echarlo de tu casa y punto”
Es un buen ejemplo, pero ¿hasta qué punto yo he actuado igual que el intolerante que me ha dedicado varios exabruptos?
La fotografía con la que he acompañado esta entrada del blog es la de la película El ladrón de Bagdad de 1924 dirigida por Raoul Walsh y protagonizada por el magnífico Douglas Fairbanks. Este cuento lleno de magia, habla de situaciones arbitrarias y de momentos límites.
En definitiva, uno consigue su libertad convirtiendo al otro en esclavo.

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