Mi madre me contaba que cuando ella era pequeña había un vendedor ambulante que casi todos los días pasaba por delante de su casa. El hombre cantaba una cancioncilla que él mismo había inventado para publicitar su mercancía. Las simples estrofas decían : 'El palillero y el palillero, vendo palillos finos para el sombrero, para el sombrero'. A continuación el vendedor recitaba todos los objetos que llevaba dentro de su pequeña caja de mimbre.
Mi madre se los sabía todos de memoria. Ayer le dije que me los recitase, pero ya no recordaba todas las agujas que llevaba el pobre hombre. Algo que no había olvidado era el final, pues terminaba diciendo: im-per-di-bles!!! y gemía de cansancio y además, según mi madre, por el hambre atrasada que sus tripas le recordaban.
Mi madre se los sabía todos de memoria. Ayer le dije que me los recitase, pero ya no recordaba todas las agujas que llevaba el pobre hombre. Algo que no había olvidado era el final, pues terminaba diciendo: im-per-di-bles!!! y gemía de cansancio y además, según mi madre, por el hambre atrasada que sus tripas le recordaban.
No tengo foto de ese vendedor ambulante, pero os dejo unas cestas de mimbre y esparto como referencia y homenaje.
Yo conocí a esos vendedores y todavía los hay por los pueblos pequeños. En pueblos más grandes están los vendedores ambulantes en los mercadillos. Un abrazo
ResponderEliminarLa precariedad les llevaba a defenderse del hambre como pudiesen. Mi madre era una niña y veía la necesidad del pobre hombre. Gracias por leer mi relato y comentarlo Maria del Carmen.
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