No estoy segura. El tiempo desdibuja la memoria y cuando el recuerdo es un acento resulta más fácil incurrir en el error.
Aquel hombre venía un día a la semana. Se paseaba por las calles anunciando su oficio:
"Se arre-glan -má-qui-nas de cosÉ"
Su habla andaluza hacía que no pronunciase la 'r' final. Aquella cantinela se repetía como una música matutina.
Un día, mi madre lo llamó. La máquina Singer se había atascado y no había forma de hacerla funcionar. El vendedor entró en casa. Ese día la voz tuvo un rostro. Se trataba de un hombre de avanzada edad. Vestía de traje de chaqueta negro. Llevaba un maletín. De donde extrajo unas tenacillas y un martillo pequeño. Con mucha habilidad desmontó el cabezal de la máquina y encontró el pequeño muelle que, por el uso, se había partido. El arreglo fue rápido, aunque, según mi madre, un poco caro.
Un año dejó de oírse la cantinela del arregla máquinas. Nadie más tomó ese oficio.
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